Siervo inútil soy, pues lo que debí hacer, hice

Todo empezó desde hace un año, que me surgieron las ganas de participar. Saber que en esta ocasión se haría en Chiapas, fue lo que me animo a buscar los fondos para participar. Al llegar y notar la diferencia entre lo urbano y lo rural, me di cuenta que algo anda mal y sería mejor buscar la forma de vivir en paz con lo que Dios creó desde un principio. En estos días estuvimos trabajando en el campo: hicimos una composta lenta (fertilizante), preparamos bolsas para nuevas plantas y despejamos áreas que tenían pasto para proteger las que ya se habían plantado ahí. Esto me hizo ver que, a veces, pensamos que las cosas deben de ser rápidas y que es mejor trabajar menos pero ganar más; pero todo lleva su tiempo y Dios nos da la oportunidad de tener paciencia y trabajar lo suficiente, para que al final recojamos el fruto de ese trabajo.

Una de las actividades que más me gustó fue compartir con los niños en la comunidad de Barrio, donde la familia que nos apoyó se dedicó a nosotros; fue una bendición escuchar Rómulo, el padre de ésta familia, quién nos compartió sus experiencias y sus consejos. La convivencia con los niños incluyó juegos y dos historias bíblicas (con obra de títeres y cuento); los pequeños querían estar con nosotros todo el día pero no era posible. La despedida fue muy triste porque ellos preguntaban si nos veríamos al día siguiente. Dios habló a mi vida en este Proyecto de Servicio, y me hizo entender que el servicio es más allá de ayudar a las personas, es una forma de demostrar ese amor incondicional que Jesús tiene hacia nosotros.

En el último devocional leímos Lucas 17:7-10, y me dejó muy sorprendido, porque aprendí que nuestro servicio consiste en hacer lo que el Señor nos pide y no sentirnos orgullosos por el logro. Acabo mi carta diciendo que siervo inútil soy, pues lo que debí hacer, hice.