¿Realmente puede existir la justicia?

Nuestro mundo está lleno de maldad: Día a día se dictan sentencias injustas; niños y mujeres son violentados; la desigualdad social mata a miles de personas. Es interminable la lista de los actos de maldad e injusticia. Si hay Dios, ¿por qué no se muestra en medio de toda esta desolación? En su carta a los Romanos, Pablo explica que Dios se ha hecho visible desde que el mundo existió, tanto su poder y divinidad son reflejadas en las cosas hechas. Y esto deja sin argumentos para pensar que Dios no se muestra, sería necedad hacerlo (Ro. 1:20-21). Pero así lo hacemos: negamos la presencia de Dios, buscamos nuestro bienestar por encima del otro, nuestro corazón solo refleja un egoísmo empedernido. Nuestras relaciones son injustas, en el trabajo, en la familia, en la sociedad.

Pero, ¿puede todo esto ser distinto? ¿Podrá la humanidad ser diferente algún día? ¿Habrá esperanza si toda la historia humana está llena de destrucción? Aun en medio de un pensamiento relativista podemos afirmar que hay injusticia. Sin embargo, no todo lo que es justo para algunos lo es para otros. ¿Entonces quién define la justicia? Necesitamos una norma de justicia que de forma universal defina y defienda la justicia. Pablo afirma que Dios es quien define lo que es la justicia, la cual se lleva a cabo por un medio: la fe en Jesús. Esto es verdad de forma universal para todos los que creen en Él. Toda la humanidad (sin importar nacionalidad, género, nivel socioeconómico o estudios) está en condición de maldad e injusticia; lejos de Dios. Pero todos tienen la posibilidad de recibir un juicio justo a través de creer en Jesús.

Se trata de un juicio gratuito, con Jesús como el abogado (Ro. 3:21-24). En este juicio, Dios manifiesta su justicia, Él es el justo y, por tanto, la norma de justicia. De esta forma Él es el único que puede justificar y lo hace por medio de la fe en Jesús (Ro. 3:25-26).

Toda la verdad respecto a la justicia de Dios, se encuentra contenida en el evangelio, por el cual “la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Ro. 1:16). Es decir, poder ver la justicia en la obra de Jesús al morir para pagar la condena que la humanidad merece. Al creer en él y su obra salvadora podemos ser justificados. Él es el contenido de la fe y en él podemos conocer qué es la justicia. Pablo agrega: “Mas el justo por la fe vivirá” (Ro. 1:17), de modo que la fe en Jesús no sólo nos presenta como justos delante de Dios, sino que también nos da vida. Esta es nuestra esperanza y nuestra única salvación.

Al reconocer la situación de la humanidad vemos que solo Jesús puede traer justicia a nuestras vidas, relaciones y sociedad. En el evangelio se muestra la verdadera justicia y es la única norma de lo justo. Por lo cual siendo justificados por la fe, podemos tener paz con Dios (Ro. 5:1). Esto trasforma nuestra forma de vivir y de relacionarnos, caminando hacia un mundo más justo. “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5). Este amor es el que nos guía en la tarea del tener un mundo más justo y Él Espíritu Santo es quien nos permite hacerlo. Porque ya no servimos más al pecado, a nuestro egoísmo ni a nuestra maldad, sino que tenemos vida y nuestro ser está entregado a Dios de manera plena como “instrumentos de justicia” (Ro. 6:12-13).

Debemos reconocer que sin fe no hay forma de traer justicia y que la justicia perfecta y total que anhelamos se llevará a cabo cuando Dios juzgue al mundo, esto es, cuando Jesús regrese en gloria.