La carta de Santiago: El testimonio de su presencia en mi vida

Este semestre estuvimos trabajando con la carta del apóstol Santiago en la célula de estudio bíblico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. La lectura nos llenó de desafíos y de convicción. Pudimos compartir reflexiones e intercambiar ideas, aprendiendo juntos en cada estudio más de la palabra de Dios. Ahora queremos compartir algunas reflexiones surgidas de la célula.

La carta de Santiago: El testimonio de su presencia en mi vida

Hace un par de años, ante el reto del pastor de mi iglesia, decidí aprenderme el libro de Santiago. Fue un reto importante en mi vida y lo logré al cabo de aproximadamente un mes. Memorizar versículo por versículo el libro me permitió desentramar una gran lección de vida:

Nuestra perspectiva humana está llena de inconsistencias, pero la mirada de Cristo y su amor estampado en la Ley de la Libertad de su gracia nos lleva siempre a otro nivel de intensidad e intimidad en la relación con él.

No es casualidad que Santiago abra la carta directamente sobre el tema de las pruebas, la tentación, el vivir la palabra en la vida cotidiana. Nuestras acciones son directamente proporcionales a nuestro creer, a nuestra fe, y estas son más claras en la adversidad.

La carta es una continua lección de corrección dictada con amor afable, pero firme. Es una de-construcción de perpetuas contradicciones que, por causa de las costumbres y tradiciones, se nos olvidan, naturalizan o dejan de ser evidentes a nuestros ojos.

La epístola también está llena de consejos prácticos: “pida con fe”; “pronto para oír, tardo para hablar”; “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”; no hacer distinción de personas; saciar las necesidades materiales de los necesitados; cuidar las posiciones de autoridad y enseñanza; someterse a Dios; resistir al diablo; acercarse a Dios; limpiar las manos y purificar el corazón; no quejarse, mentir, juzgar ni hablar mal del prójimo; “tener paciencia hasta la venida del Señor”; hacer oración, cantar alabanzas, ser sanados a través de la comunión.

Santiago teje las vicisitudes diarias –como los problemas, la necesidad, las pruebas, el conflicto, nuestras posiciones de autoridad, los planes, el trabajo y la enfermedad– en una singular reflexión que oscila entre los elementos divinos, que provienen de lo alto, como regalos o dádivas del Padre de las luces, y los elementos terrenales, como nuestra actitud ante el pecado, las relaciones con los demás, el dominio propio y la esperanza en la venida de Cristo.

La presencia de esta carta en mi vida me llevó a replantear desde los cimientos las motivaciones de las decisiones diarias, a luchar por defender y vivir la integridad del amor de Dios en mi vida. Las exhortaciones de Santiago son semáforos en rojo cuando llega la prueba y dulce sabiduría que tarareo de continuo. Cada vez que la vuelvo a repasar, en lectura o mentalmente, afloran nuevas perspectivas y significados que me llevan a otro nivel de profundidad. Sin duda, nunca dejaré de asombrarme cuán increíble es la Ley de la Libertad de nuestro Señor.