JesuCristo: La vida en abundancia

Jesús de Nazaret se nos revela en la Biblia como la opción de Dios para que el ser humano pueda vivir. Es Dios haciéndose un ser humano de carne y hueso, con toda la vitalidad y paradoja de la vida. Es Dios diciéndole que sí a la vida de la humanidad, con sus luchas, miedos, logros y sueños. Plena identificación de lo humano con Dios y de Dios con lo humano. Por lo tanto, es afirmación de que el ser humano no es ningún gusano a los ojos de su creador, sino que es amado por aquél que es Amor. Es la certeza de que se puede vivir, y vivir en la tierra. Certeza de que la vida debe ser. Toda la creación es redimida en la figura de Jesús, se reconcilian en Él todas las cosas. Jesús es dignificación de toda la vida sobre la tierra.

Ahora bien, la vida que Jesús ofrece no es cualquier tipo de vida, es vida en abundancia. No es solamente un sí vivir, es un de qué manera sí vivir. Es vida con justicia. Vida digna, que no es mutilada por ningún lado, no encuentra limitantes en las expectativas sociales del status quo. Es libertad al cautivo, el pan al hambriento. Es el desarrollo de todo el potencial de la existencia humana. La vista para el ciego, Dios renovando el entendimiento. Es la vida abundante, aquélla que no se detiene en su pleno desenvolvimiento ante nadie, porque se asume como amada por Dios. El camino de la libertad es el de los que siguen a Jesús.

La libertad que da la certeza en el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo y la vida eterna. Libertad que nace del saberse amado; que no encuentra límites ni en el tiempo, ni en el espacio, porque se entrega completamente en solidaridad que dignifica a todos, todos los creados por Dios.

La vida en abundancia que ofrece JesuCristo es la vida que se entrega, que se da en amor a los otros. La entrega es total y la vida es plena, no temiendo al qué dirán ni al castigo de nadie, sino desafiándolo todo por los otros. Esta es la solidaridad que da vida. Y es que nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y así son las cosas, que entregando toda su vida, uno vive de verdad. Este es el gran misterio de la Cruz, que cuando el grano cae y muere es posible que nazca la nueva vida plena. Esto es, porque la existencia misma cobra sentido si nos damos cuenta de que somos creados para ser imagen de Dios, tanto como mi prójimo (el distinto a mí, el radicalmente ajeno a mí) es también creado a imagen de Dios.

Debemos nacer de nuevo, debemos morir al egoísmo, morir a la vanidad, morir a la violencia. Nacer a un nuevo entendimiento, en el que la vida cobra sentido como lo que es, creada y amada por Dios. Como diría el poeta Julio Iraheta: «No hemos venido al estiércol», es decir, que ésta vida vale la pena, todo lo creado por Dios es bueno ante sus ojos. Vale la pena vivir cuando se cree en la justicia y la paz. Vale la pena vivir cuando se vive luchando por la dignidad.

Busquemos la vida en abundancia, que supera incluso las barreras de la muerte. Viviendo así, la eternidad es garantía de que no en vano hemos nacido, que no en vano hemos venido a brotar sobre la tierra. Siguiendo a Jesús, se puede vivir en serio.