Las células de profesionistas, como las células estudiantiles, siguen siendo un valioso instrumento para el crecimiento de los creyentes en el conocimiento del evangelio.
Hace unas pocas semanas, una célula de profesionistas de la ciudad concluyó el estudio del evangelio de Juan.
Pame Sánchez, parte del equipo de líderes de dicha célula nos comparte estas palabras acerca de lo aprendido de este tiempo de estudio:
Lo primero que pensamos al hablar de alguno de los Evangelios es sin duda alguna la vida, muerte y resurrección de Jesús. Y esto es cierto, sólo que una vez inmersos en el estudio, el Espíritu Santo nos lleva a nuevas direcciones.
En el caso del evangelio de Juan llamó mi atención la relación tan íntima de Jesús con sus discípulos, que posiblemente es más perceptible en este libro puesto que quien lo escribió es llamado «el discípulo amado».
Se trata de una relación con retos constantes que exige perfeccionamiento, pues aún no pasa una prueba cuando ya viene otra; demanda también interés: ¿dónde está puesta tu confianza? Pero sobre todo, requiere amor (por el Padre, por Cristo, por el prójimo), demostrando así de qué están hechos los corazones.
En este evangelio encontramos a Juan a quien Jesús le encarga a su madre, encontramos también a un Judas que traiciona, y a un Pedro a quien podemos ver como reflejo de nuestra vidas: un hombre con naturaleza pecaminosa, arrebatado, lleno de impulsos, al cual Jesús buscó para ser líder de su Iglesia.
Me exhorta y me alienta recordar que Jesús busca gente con errores y pecados, gente para moldear y perfeccionar para su propósito. Me anima recordar que Jesús murió por mí, que tiene una relación conmigo y que lo único que pide de mí se resume en su poderosa frase: «SÍGUEME».